Los debería son una de las distorsiones cognitivas más frecuentes. Hacen referencia a una serie de pensamientos negativos repetitivos: exigencias extremas, normas rígidas que nos hacemos a nosotros mismos, al mundo y/o a los demás.
Se marca un listón muy alto en función de cómo "deben" ser las cosas convirtiéndolo así en una obligación. Al no coincidir esta demanda con el resultado esperado, lo que se genera es un gran malestar en la persona.
Se piensa que cuando nos imponemos ciertas metas, sin darnos cuenta lo convertimos en una obligación, en algo que tenemos que conseguir a toda costa. Esto hace que mantengamos reglas muy rígidas y exigentes sobre cómo tienen que ser las cosas juzgándonos cuando el resultado no es el correcto.
Los deberías generan muchos problemas emocionales en nuestra vida diaria. Pasa de ser una elección personal a unos absolutos universales e irreales
¿Te suenan algunos de estos ejemplos?: "No debería cometer errores", "Debo ser bueno en lo que hago", Debo de dejar de hacer esto", "Debo de ser un buen padre", "Debería de ser más valiente", "Mis hijos deberían hacerme caso", "Mi pareja debería agradecerme lo que hago por ella", etc.
Existen 3 tipos de deberías:
1.- Los debería dirigidos hacia uno mismo. «Debo hacer bien todo lo que me propongo». Esta forma de pensar puede llevar a que nos sintamos ansiosos, culpables, inseguros y deprimidos; a creer que no valemos para nada; e incluso a odiarnos a nosotros mismos cada vez que no consigamos los objetivos que nos habíamos propuesto.
2.- Los debería dirigidos contra otras personas. Se tratan de las expectativas que tenemos sobre los otros: «los demás deben de ayudarme a conseguir lo que quiero» o «los demás deben de quererme y darme su aprobación». Esta forma de pensar nos conduce a la rabia, ira, furia, violencia, etc.; y suelen ser el origen de la mayoría de los enfados con los demás. «No debería haberme tratado así»; «si le importo debería hacer esto por mí».
3.- Los debería dirigidos contra el entorno o las condiciones vitales. Este tipo de pensamientos nos producen baja tolerancia a la frustración, depresión, procrastinar, y otro tipo de consecuencias negativas. Nos desilusionamos y nos sentimos fracasados cuando la realidad no es como "debería" de ser. «La vida no debería tratarme así»; «el mundo no tendría que ser tan injusto conmigo».
¿Por qué ocurren?
Los "debería" se originan sobre todo en la infancia o en la adolescencia, a través de lo que hemos observado o nos han inculcado aquellos que eran un modelo para nosotros: familia, escuela, amigos, etc.
A edades tempranas todavía no hemos desarrollado el pensamiento crítico, ni capacidad para ser objetivos, por lo que tendemos a adoptar esas enseñanzas como verdades absolutas e inmutables.
¿Cómo librarse de esta distorsión?
El primer paso es tomar conciencia de esta forma de pensar. Hazte las siguientes preguntas:
Intenta hacer el ejercicio de cambiar el "debería" por un me gustaría y observa cómo te sientes. no es lo mismo decir: "debo ayudar a los demás" a "me gustaría poder ayudar a los demás". Sustituirlo por un "me gustaría" hace la que la presión disminuya, permitiéndonos que la motivación se mantenga, que no se viva como una obligación y que me centre en los recursos para poder alcanzarlo.
Al reducir esa imposición nos sentiremos mejor porque no habrá recriminaciones, en lugar de sentirnos culpables aparecerá esa energía necesaria que nos motiva para cumplir esos objetivos. Se trata de aceptar que las cosas pueden ser diferentes a como lo tenemos en nuestra cabeza. Es cierto que las cosas cuando no salen como lo tenemos establecido nos generan rabia, tristeza, frustración, etc. Es algo normal y es sano sentirse así, pero si somos rígidos con ese pensamiento, estas emociones nos paralizaran nos bloquearan, no buscaremos las estrategias adecuadas para buscar soluciones alternativas.
Si necesitas ayuda para manejar esta distorsión, no dudes en ponerte en contacto conmigo a través del correo hola@psicologíagm.com Me pondré en contacto contigo y trabajaremos juntos para confrontar esta situación.
Mi nombre es Gloria, y estaré encantada de ayudarte.
¿Qué es la frustración?
La frustración, como la define la Real Academia de la lengua Española (RAE) es "privar a alguien de lo que esperaba" o lo que es lo mismo, cuando nos vemos impedidos para alcanzar un resultado deseado.
Una variable importante en la frustración es el nivel de tolerancia: se habla de una alta tolerancia a la frustración o de una baja tolerancia a la frustración:
Ahora bien, puede existir una alta tolerancia a la frustración o una baja tolerancia a la frustración:
Frustrarse es una reacción normal que todos podemos llegar a sentir; sin embargo, hay personas que son incapaces de tolerar no conseguir aquello que se deseaba: en este caso, la persona puede responder con acciones como gritar, agredir o llorar. Esa conducta va acompañada, en la mayoría de las ocasiones, de sentimientos de culpa y reproches (hacia sí mismo o hacia los demás), lo que aumenta el malestar y nos aleja aún más de conseguir aquello que queríamos.
¿Qué es la baja tolerancia a la frustración?
La baja tolerancia a la frustración es un término que el psicólogo Albert Ellis, menciona por primera vez haciendo referencia a la ausencia o poca capacidad que tiene la persona de soportar aquello que no ha podido conseguir. Esto provoca que no seamos capaces de reaccionar, abandonemos nuestra actuación y seamos incapaces de perseverar y luchar contra las dificultades.
Es frecuente que los adultos que sufren intolerancia a la frustración se rindan antes de conseguir sus metas. Los niños tienden a tener baja tolerancia a la frustración, pero esto es debido a su propia inmadurez cognitiva. Por ello es importante enseñarles desde pequeños a aceptar la frustración, a perseverar y a no darse por vencidos.
Consecuencias de la baja tolerancia a la frustración:
¿Cuál es la causa de la frustración?
Cuando experimentamos un sentimiento de frustración es debido a que los resultados que conseguimos no van a la par con la cantidad de esfuerzo que estamos dedicando para ello. La frustración se produce cuando los resultados que obtienes no son los que crees que te mereces.
Podemos clasificar las causas de la frustración en función de la atribución:
Cómo trabajar la frustración desde edades tempranas
Es primordial enseñar a nuestros pequeños a tolerar la frustración cuanto antes en su desarrollo. Puede que, en un principio, nos haga sentir mal no cumplir con sus expectativas y verlos pasar un mal rato al negarles algo, pero es necesario para fortalecer su carácter. Peor lo pasarán más adelante cuando no sepan gestionar sus estados de ánimo o solucionar un problema de relevancia.
De madres y padres depende la educación en la tolerancia a la frustración; he aquí algunas pautas para educar correctamente:
¿Qué sentimos cuando estamos frustrados?
Gestión de la frustración
Cuando estás frustrado, puedes sentir que nada está bajo tu control y que todo es un caos. Es difícil saber por dónde empezar. Cuando estás inundado de emociones, es difícil pensar con claridad.
Aquí hay algunos "trucos" para ayudarte a manejar tu frustración de una manera productiva y enriquecedora. Lo creas o no, la frustración puede enseñarte mucho acerca de tu problema y cuando se trata, puede ayudarte a ganar las habilidades para manejar otros sentimientos intensos.
Técnicas para trabajar la frustración:
A continuación, te expongo diferentes técnicas que ayudan a aumentar la tolerancia a la frustración y a la capacidad de afrontamiento:
Si necesitas ayuda para trabajar la frustración, no dudes en ponerte en contacto conmigo a través del correo hola@psicologiagm.com me pondré en contacto contigo y trabajaremos juntos para confrontar esta situación.
Mi nombre es Gloria, y estaré encantada de ayudarte.
A lo largo de los últimos meses, he trabajado mucho el concepto de exigencia con pacientes adultos.
Frases como: “No soy suficiente”, “No estoy a la altura”, No me sale nada bien”, “No me puedo permitir un error”, “Tengo que…”, “No me merezco esto”, etc. son algunas de las quejas con las que vienen a consulta. Este diálogo interno resulta bastante hiriente provocando: sentimiento de inferioridad, sentimiento de culpa y desvalorización.
Hablamos de exigencia desmedida como el rasgo que presenta una persona cuando se exige demasiado a sí misma y busca dar siempre lo mejor. Esta característica lo que hace es que la persona se centre en los errores o fracasos más que en el proceso y los logros conseguidos. Por lo que siempre pretenderá alcanzar esas metas; muchas veces, inalcanzables.
Origen de la Autoexigencia:
La autoexigencia surge de la combinación de las presiones externas y el miedo hacia lo incontrolable.
Estas presiones externas se ven en diferentes ámbitos: social, cultural, familiar, educacional, etc. Hoy en día se exige ser el número 1 en todo, tener un cuerpo 10, ser el mejor trabajador, saber de todo, dominar varios idiomas etc.
Detrás de la autoexigencia se esconde el miedo: miedo a cubrir expectativas, miedo a no tener el control, miedo a ser juzgados, miedo a defraudarnos. Esta actitud produce un desgaste emocional intenso que afecta a nuestra autoestima y a nuestra forma de relacionarnos con los demás.
Ser autoexigente es un comportamiento adaptativo y funcional cuando responde a nuestras capacidades, a nuestros conocimientos y se ajusta a nuestras circunstancias personales. Sin embargo, cuando esto no se da, se convierte en disfuncional lo que provoca un daño a nuestra salud física y emocional.
Se puede decir que una persona es exigente cuando:
Consecuencias de la autoexigencia desmedida:
¿Cómo trabajar la autoexigencia?
En terapia se realiza una intervención que trata de modificar aquellos patrones de conducta disfuncionales que generan un malestar emocional en la persona en patrones adaptativos.
Se suele utilizar la terapia cognitivo conductual en donde se enseña a la persona a identificar dichos patrones de comportamiento/ pensamiento para que sea consciente de ello y, así poder modificarlos mediante una serie de herramientas.
La autoexigencia es un patrón aprendido, por tanto, se puede cambiar y modificar así la calidad de vida.
La autoexigencia busca la mejora personal; pero a veces, nos equivocamos en las formas. Se busca la perfección, nos ponemos demasiada presión para conseguir ciertas metas y acabamos provocando un conflicto interno.
Una autoexigencia bien gestionada ayudará a mejorar y crecer personalmente. A continuación, te doy algunas claves para poner en práctica algunas estrategias:
Si necesitas ayuda para trabajarlo, no dudes en ponerte en contacto conmigo a través del correo hola@psicologiagm.com y me pondré en contacto contigo y trabajaremos juntos para confrontar esta situación.
Mi nombre es Gloria, y estaré encantada de ayudarte.
© Psicología GM · 2024
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